12 Nov
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El duelo es la respuesta emocional a una pérdida o separación significativa. Normalmente asociamos el duelo a la muerte de un ser querido, pero durante toda nuestra vida transitamos por diferentes pérdidas que requieren la elaboración de duelos. El duelo es un proceso necesario para recuperar el equilibrio que durante la pérdida se ve afectado. Es necesario darle un espacio, y respetar el tiempo que cada persona necesita para elaborarlo de forma sana. No hay un tiempo estándar, aunque se suele decir que el proceso de duelo con sus diferentes fases dura entre un año o dos. Pero depende de varios factores, como el tipo de pérdida y lo significativa que fuera para la persona, el vínculo que tuviera, y de los recursos que ésta tiene para afrontarla (proyectos de vida, estilo de apego, red social i/o familiar, etc.). El desgaste emocional que implica un duelo puede influir en el sistema inmunitario y en el estado de salud de la persona. En los casos en los que el duelo se complica o faltan herramientas personales para elaborarlo de forma sana, es importante solicitar ayuda y acudir a un/a profesional. Otros recursos a los que las personas recurren son grupos de apoyo, la fe, voluntariado, etc.


Podemos vivir el duelo por la pérdida de una amistad, o de una pareja, mascota o incluso por un objeto al cual se le tenía apego por todo lo que representa en nuestra vida, como por ejemplo un coche,  un libro, una casa, un sofá… Existe el duelo por la pérdida de un puesto de trabajo, un estatus social, por una enfermedad (que comporta además de la pérdida de salud, una pérdida de estilo de vida, incluso en ocasiones cambios físicos), por un sueño o meta, por una migración, una separación de pareja o separación de los padres. También duelos más específicos que requieren un abordaje diferente como puede ser el duelo por un ser querido que se ha suicidado, o el duelo perinatal producido durante el embarazo o después del parto, abortos de repetición o los duelos por los que se transita en un tratamiento de fertilidad (FIV). Son duelos especialmente dolorosos, a menudo no reconocidos socialmente y por los que se pasa “de puntillas o en silencio”.

Hay duelos que a menudo no tienen el reconocimiento necesario, se les quita importancia, como son los duelos típicos de las fases de desarrollo natural, por ejemplo, el paso de la infancia a la adolescencia, duelo de la gente mayor por la pérdida de capacidades o condición física. Todo el mundo tiene una serie de “creencias de base” sobre cómo percibimos el mundo, y en ellas buscamos la sensación de seguridad y de control sobre nuestras vidas. Esta necesidad de control y seguridad a menudo se ven alteradas por sucesos durante nuestra vida, la vida es cambio. Una pérdida significativa a menudo comporta una inestabilidad, unos huecos que hemos de aprender a reequilibrar y a rellenar. Y que a menudo no estamos preparados/as para cambiar y reconstruir significados, tendiendo a la negación y a no querer salir de nuestra zona confort, aunque a menudo dicha zona realmente es de disconfort. 

Las fases del duelo son varias y no siempre suceden de forma lineal, a menudo conviven varias fases a la vez, o vuelven fases ya superadas, también a veces las hay que no aparecen. Entre ellas se encuentra un primer estado de shock o aturdimiento junto con reacciones de enfado, angustia, llanto y desasosiego. Otra fase que puede aparecer al poco tiempo es la negación o evitación como un mecanismo de defensa mientras no se asimila la pérdida, en esta fase se ha de ir trabajando la frustración y la tolerancia al dolor, las ideas recurrentes y las diferentes distorsiones que aparecen. La siguiente fase consiste en reconectar con la pérdida, integrarla en nuestra vida. En este momento aparecen diferentes sentimientos como la tristeza, culpa, confusión, dolor. Finalmente hablamos de la fase de reubicación y crecimiento personal, donde hemos de introducir nuevos esquemas y pautas de comportamiento.

Algunas manifestaciones del duelo sano son: opresión en el pecho y garganta, angustia, sensación de nudo en el estómago o de vacío, pérdida de apetito y peso, sensación de agotamiento, insomnio o hipersomnia, falta de deseo sexual, sensación de incredulidad, como si no les estuviera pasando aquello, pérdida de concentración, motivación, nostalgia, hiperactividad, ideas persistentes de culpa o enfado, sensación de abandono, tristeza, alivio después de una enfermedad larga, y miedo. A veces se siente inquietud, no saber qué quiere, así como la búsqueda de situaciones familiares relacionadas con la persona perdida. A veces hemos escuchado los testimonios de personas que afirman haber sentido cerca a la persona fallecida, oído su voz, las llaves a la hora en la que solía llegar a casa, o su presencia. Son alucinaciones normales en el proceso de duelo. También hay confusión, dudando de cómo se debería sentir y culpándose de no hacerlo.


No elaborar el duelo y las etapas que van apareciendo pueden llevar a un estrés postraumático, estrés crónico, duelo cronificado, depresión, etc. Depende de los recursos de cada persona y las estrategias de afrontación de las que dispone, pueden aparecer diferentes tipos de duelo, el anticipado, ausente, retardado, crónico o inhibido. Si estás pasando por un duelo reciente o llevas tiempo intentando elaborar un duelo pasado, si ya has agotado la opción de “yo puedo solo/a” “ya pasará”, buscar la ayuda de un/a profesional de la psicología te ayudará a soportar esa mochila, y a tener nuevas herramientas de afrontamiento y gestión de emociones, para poder mirar adelante y darle al dolor y la pérdida el lugar correcto. 


Referencias: 

Bowlby, J. (1997). El apego y la pérdida. Barcelona: Paidos. Kubler-Ross, E. (2000). 

Tras los pasos de Elisabeth Küber-Ross. 

Una nueva visión del duelo. Barcelona: Luciernaga. Worden, J.W. (1997). 

El tratamiento del duelo. Asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona. Paidos. Després de la mort. l'acompanyament a la família. Fundació Pere Tarrés. 


Verónica Navarro Salazar 

Psicóloga colegiada 14379

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